De todos los usuarios de drogas ilegales en el mundo (alrededor de 250 millones, según la Oficina para la Drogas y el Delito de la ONU en su informe de junio de 2010), entre 140 y 190 millones son consumidores de cannabis.
Los esfuerzos internacionales y nacionales para abatir este mercado, al menos mediante la represión y la criminalización, no sólo han fallado en su objetivo central de impedir el consumo, sino que además han promovido el crecimiento del crimen organizado, la corrupción de las instituciones democráticas (especialmente las de países como los de América Latina) y el encarcelamiento y la discriminación de cientos de miles de personas, con el costo social y económico que ello implica.
Pero también es en las sociedades más afectadas por tales políticas de control de drogas (como las de América Latina), en las que los movimientos por cambiar de manera pacífica y democrática este orden internacional comienzan a tomar más fuerza; y aquí precisamente reside el potencial y las oportunidades del movimiento cannábico mundial y latinoamericano, ya que constituye el único movimiento organizado que trabaja por los derechos de los usuarios.
¿Cómo logramos coordinar este movimiento a nivel internacional? ¿Qué podemos compartir y aprovechar de las experiencias de cada movimiento en cada nación? ¿Cuáles son los mecanismos más efectivos para hacer visibles y hacer valer los derechos de millones de personas en todo el mundo?
Mientras más rápido encontremos respuestas para estas interrogantes, y mientas más pronto las podamos traducir a la acción colectiva, más cerca estaremos de contribuir a la construcción de un mundo más pacífico, más respetuoso de los derechos de todos, más sano, y por supuesto, más libre.
Conner O’Malley Is the Bard of the Manosphere
Hace 5 horas
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