martes, 8 de abril de 2008

Recibió su merecido


Waiting for the moment, originally uploaded by elcalamar.

La historia es más o menos la siguiente: la planta fue encontrada creciendo impunemente y con gran desparpajo en la jardinera principal de una ciudad del interior. Había tenido la indecencia y la habilidad para nacer y desarrollarse en forma robusta, frondosa y roja, exponiéndose a la vista de todos. Como la carta robada, su escondite en la plaza central la había preservado intacta.

Pero era inevitable, en tales circunstancias, que en algún momento fuera descubierta. Fue reconocida, finalmente, por dos señoras de intachable reputación pública, quienes apenas se dieron cuenta de la impúdica presencia comenzaron a chillar y a señalar con dedos acusadores:

-¡Dios mío! ¡Vírgen santísima! ¡¿Qué es eso?! ¡¿Qué hace aquí?! ¡¿Cómo es posible?!

-¡Es mota, es marihuana! ¡Que no la vean los niños!

Como podrá suponerse, las exclamaciones suscitaron rápidamente la curiosidad morbosa de los transeúntes, que pronto se transformó en un alboroto de considerables proporciones. Por fortuna, unos minutos después llegó la policía. Las fuerzas del orden, que saben muy bien la peligrosidad de este tipo de tareas, llegaron con gran alarde de sirenas, códigos y claves, armas desenfundadas y chalecos antibalas para capturar a la peligrosa delincuente, que justo es decirlo, no opuso mayor resistencia al verse rodeada. El escuadrón cortó todas las salidas rápidamente, y con las máximas precauciones posibles, ante la vista de todos, públicamente se le leyeron sus vegetales derechos, lo que a fin de cuentas no impidió que fuera literalmente arrancada con evidente lujo de violencia.

Entre la rebatinga, sin embargo, no faltó la mano artera que cercenara a la frondosa delincuente una de sus ramas más robustas. Y si bien ningún rastro de este primer desprendimiento fue hallado jamás, este curioso accidente quedó asentado en el acta legal que un personero del ministerio público se vio obligado a levantar, de acuerdo a todas las formalidades jurídicas y procedimentales que el caso exigía.

Tampoco el trayecto hacia las oficinas policiales estuvo exento de dificultades. Se especula que durante el camino la delincuente perdió otros de sus miembros más prominentes, pero el número y peso de ellos no pudo determinarse con precisión (las declaraciones de los custodios involucrados son muy contradictorias y dado que constituyen un legajo de más de 1200 fojas, obviaremos por el momento responsabilidades personales y nombres concretos por considerar que no interesan a esta crónica.) El proceso, de cualquier modo, aun después del trágico final que a continuación expondremos, sigue en pie, por lo que cualquier interesado puede consultarlo si así lo desea (parece ser que es un derecho constitucional).

Dado que a partir de este punto los datos se vuelven más ambiguos y dudosos, sólo es posible especular sobre los hechos que sucedieron a continuación. El convoy llegó al cuartel y de inmediato se le asignó a la delincuente una celda especial. Elementos militares, avisados con antelación, habían llegado desde tiempo antes con equipos misteriosos, de los que sólo se pudo saber que era de “características altamente especializadas”. A partir de este momento, el proceso legal quedó cerrado a la opinión pública.

Fuentes confidenciales a las que fue posible tener acceso, sin embargo, permiten conjeturar algo del final de la historia: desnudada ante las fuerzas del orden, con pocos argumentos para negar su propia existencia, sin fuerzas ya para luchar contra las condiciones de su desarraigo y las mutilaciones sufridas durante su detención, así como en el trayecto de la jardinera a las oficinas policiales (por los custodios) la planta terminó por sufrir un colapso masivo (ante los cuerpos especializados) el cual consta también en el acta médica que se adjunta al expediente general. Las fuerzas del orden la exprimieron al máximo, retorciendo sus últimos retoños rojos. Después de la autopsia, asentada ya legalmente, fue incinerada de inmediato.

Por último, es necesario apuntar que, a pesar de la gravedad de los hechos, no hubo consecuencias sociales de importancia. Los acontecimientos finales son conocidos por todos: trascendió públicamente que el interrogatorio fue extenuante para los sobrevivientes y liberador para las fuerzas del orden involucradas, tal y como lo demuestran las fotos oficiales: en ellas es posible notar un ambiente de relajación general, seguramente aquel que sólo se expresa a través de la satisfacción del deber cumplido. Al final, fue gratificante para todos presenciar la parte más emotiva de toda esta historia, en la que tanto militares como policías y jueces ríen conjuntamente, en un ambiente de gran cordialidad. El único rastro que ha perdurado, en imagen archivo, acerca de esta terrible experiencia, son los brillantes e inyectados ojos rojos que todos los presentes ostentaron frente a las cámaras fotográficas y de televisión, consecuencia lógica, si se piensa bien, de un llanto compulsivo y natural frente a tantas y tan perturbadoras emociones, sucedidas todas ellas hace no mucho tiempo, en una bella y ya no tan pequeña ciudad de provincia cuyo nombre es menester ocultar.



(Publicado originalmente en Paréntesis No.4, marzo de 2000)

2 comentarios:

Jordi Cebrián dijo...

Hola Jorge,

estos son los casos que nos recuerdan bien a las claras las ventajas de vivir en un estado de derecho, donde las fuerzas del orden y la ley velen por todos nosotros sin escatimar esfuerzos. ¿Puedes imaginar lo que habría pasado si los cívicos ciudadanos no hubieran dado la voz de alarma? Tiemblo sólo de pensar los niños que debían haber pasado a escasos centímetros de sus malignas hojas, ajenos en su inocencia del peligro al que estaban expuestos. Si la desgracia hubiera provocado un incendio en el lugar, los humos tóxicos podrían haber afectado barrios enteros, pues es sabido que la marihuana mejicana es especialmente potente. Menos mal que todo acabó bien y sin víctimas.

Saludos,

Jordi

JHT dijo...

Yo también respiré, mi estimado Jordi.